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Es el momento de las mujeres en Colombia| Artículo de opinión

«Las mujeres en la participación politico-electoral», un espacio propiciado por La Mesa de Trabajo de la Mujer de Medellín, Hotel Nutibara.

Camina conmigo el recuerdo de una niña que desde muy temprana edad se vio en la necesidad de desarrollar habilidades emocionales y sociales que suelen ser consideradas precoces por adultos cuyo pensamiento que fue estructurado en una sociedad profundamente machista y conservadora,  cree a los niños y a las niñas seres incapaces de tramitar en su mente sentires que sí o sí les atraviesan a diario, como lo es la incertidumbre y el miedo frente a un futuro que se asoma en el horizonte cargado de ansiedades sociales. Claramente y por el desarrollo natural del cerebro, no es factible que un infante logre expresar de manera específica estos sentimientos, pero siempre en las formas, si existen adultos responsables y conscientes alrededor de ellos, es posible identificar qué estimula su curiosidad por la vida misma.

Cuando miro en retrospectiva y me sitúo en momentos en los que me permitía – un poco desde la insolencia, dirán los adultos de mi entorno- expresar mi opinión frente a hechos políticos y sociales que se discutían mientras compartíamos en familia, siento perplejidad al reconocer en esa niña un criterio que se ha ido puliendo a partir de experiencias, lecturas y conversaciones que me han atravesado en lo más profundo de mi humanidad. Ese criterio fue ampliamente reconocido por mis profesores y profesoras del colegio que veían en mí, una mujer ya adolescente, a una persona contestataria y con la capacidad de generar discusiones importantes en el entorno escolar sin salirse del marco del respeto y la tolerancia por la diferencia.

 Siento enorme afinidad, esto quizá producto de una imperiosa necesidad de sobrevivir tanto mía como de las mujeres de mi vida, por las figuras femeninas que en sí mismas representan el poder de revolucionar sus entornos y portar con honor un halo de rebeldía que de alguna manera nos ha expuesto al rechazo por parte de una sociedad patriarcal que ve en nosotras la amenaza de la ruptura a su status quo. Policarpa Salavarrieta, desde una perspectiva histórica, fue ese gran primer referente para mí de lucha incansable por una causa justa con implicaciones sociales que al día de hoy siguen estando vigentes en Colombia: la participación activa por parte de las mujeres en el ámbito público, donde se discute y se decide sobre nuestros cuerpos y en ese orden de ideas, nuestra libertad, independencia y proyectos de vida, como también y entre otras cosas, el reconocimiento y reivindicación de los derechos de las poblaciones racializadas y étnicamente diversas. Fue a través de una exposición académica que me acerqué a la figura de esta mujer de alta trascendencia en un proyecto incipiente de república independiente, y desde ese momento, después de yo haberla representado teatralmente, quedé apodada “La Pola”. Qué gran honor. “Pueblo indolente, cuán diferente sería nuestra suerte si conocieseis el verdadero valor de la libertad”. Fueron sus últimas palabras, antes de ser fusilada acusada de espionaje y traición.

Pues bien, siendo este marzo un mes de refrescantes mareas verdes que nos han recordado a tantas mujeres que son y han sido líderes en un país de violencias arraigadas, me permito hacerle una mención especial a otro gran referente en el activismo político del siglo XX: María Cano, pionera de las luchas laborales en un contexto de atraso e inequidad social. Una mujer que se opuso rotundamente a asumir el único rol que para ese momento era posible para las colombianas; ser ama de casa. Decidió con impetuosa determinación salir del ámbito privado para orquestar huelgas que posteriormente ayudaron a los colombianos y las colombianas, a acceder a condiciones laborales más dignas.

Estamos ad portas de una jornada electoral que promete ser emocionante para quiénes creemos en la lucha feminista antimilitarista, popular e interseccional, ya que nunca antes, ni siquiera en tiempos de Policarpa o María Cano, se habían visibilizado tantas candidaturas de mujeres cuyas propuestas se fundamentan en sus propias experiencias de vida atravesadas por la marginalización y la violencia sistemática. Mi corazón se entusiasma al imaginar una primera presidenta mujer negra, lideresa ambiental, que se reconoce hija de la tierra y que desde su activismo en comunidad ha logrado importantes avances para la protección de su territorio frente a proyectos empresariales que saquean esta gran casa, como lo nombra ella misma, que es de todos y todas. Mujeres candidatas que merecen todo el reconocimiento por sus nuevas formas de hacer política, y que le han devuelto a este oficio algo de esa nobleza hoy considerada utópica, de hacer y pensar en comunidad, a pesar de la diferencia. Hacen parte de este gran proyecto democrático alternativo El Pacto Histórico (que no es solo Gustavo Petro), Alianza Verde, Nuevo Liberalismo, El Polo Democrático, Comunes, MAIS y un movimiento que guardo en un rincón especial de mis aspiraciones de sociedad diversa, en paz y equitativa, Estamos Listas. Este último se gestó en los espacios que como feministas construimos para sentipensar el territorio individual (nuestros cuerpos) y el territorio colectivo (la comunidad). Participaron por primera vez en política electoral en el 2019 en la jornada que definía alcaldías y concejos, y desde ese momento no han parado, a pesar de los esfuerzos burocráticos por frenar este proceso que pone en jaque un ya muy conocido y normalizado ejercicio político machista.

Sin duda alguna, después de la sentencia C-055 del 2022, y con un escenario electoral radicalmente diferente propuesto por diversas candidaturas feministas, me es de enorme necesidad invitarles a que reflexionemos sobre lo que nuestros tiempos nos están diciendo y cómo, desde la complejización y comprensión de las estructuras patriarcales, podemos aportar a la construcción de un proyecto de país en el que nadie quede por fuera del mismo. Es el momento de las mujeres en Colombia. Las mujeres negras, indígenas, campesinas, desplazadas, marginadas, estudiantes, madres y esposas de desaparecidos (as), cuidadoras, protectoras de la tierra, lideresas sociales, ex-combatientes, reinsertadas, trabajadoras sexuales, niñas y adolescentes. Es la oportunidad de que, desde un congreso diversificado que realmente representa a esa Colombia para muchos desconocida, se impulse un proyecto político que nos permita florecer como nación.

Redacción por: Juliana Noreña

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